FELICIDAD MULTIPLICADA

Lo reconozco, últimamente no puedo pensar en otra cosa que no sean flores.
No veo el momento de que llegue el fin de semana para bajar corriendo al mercado y volver con algún ramo…
Entonces llego a casa y revoluciono la cocina buscando recipientes, jarrones, botes, vasos o cualquier cosa que me valga para ponerlas dentro.
Después voy al salón y abro de par en par las ventanas….la luz lo inunda todo, saco mi cámara y me coloco frente a las flores… clic, clic, clic…y otra vez y otra y otra más…

Dicen que la única manera de multiplicar la felicidad es compartiéndola, a mi solo se me ocurre una forma de ser aun más feliz que aquella mañana rodeada de flores…y es mostrando el resultado.
 ¿Qué más se le puede pedir a unos pocos ranúnculos purpuras y dorados dentro de una gran concha blanca?















ENVUELTA EN BRUMA Y CONCHAS BAJO MIS PIES

Volver a la playa…
Esta vez envuelta en bruma, tan densa que transforma el paisaje y lo hace tan diferente que se vuelve nuevo y desconocido.
Un perro negro me acompaña durante un rato, hasta que decide perseguir a unas gaviotas, alguien que se cruza en mi camino me pregunta la hora… nunca llevo reloj le digo, nunca lo hago cuando salgo con mi cámara y me mira extrañado mientras me alejo…
El temporal de hace unos días deja un rastro de conchas que me pinchan en los pies al caminar, el pelo se me ha impregnado de sal y el silencio me rodea.
En mi paraíso no hay nada más… y antes de que el verano lo desdibuje todo, antes estaré yo para llevármelo…




MATICES DE UN CAMBIO

No me había dado cuenta que las plantas de mi terraza se han llenado de brotes nuevos, no me había dado cuenta que la luz tarda más en marcharse de mi ventana y tampoco me había dado cuenta que ha llegado el sol a ese lado del sofá donde me gusta sentarme…
Y entonces salí rápido, solo me llevé un canasto y la cabeza llena de flores…


Cuando regresé no lo hice sola…me había traído la primavera.



UN LIBRO VIEJO

“Dicen que construyeron la vía férrea de los Alpes entre Viena y Venecia, antes de que existiera un tren que pudiera realizar un trayecto, aun así lo construyeron, porque sabían que algún día llegaría…”
Bajo el sol de la Toscana, Frances Mayes.

Rebusqué entre la estantería y allí lo encontré…ese viejo libro de horticultura, con sus hojas amarillas, sin tapas, sin dedicatoria y su primera pagina rota.
Recordé cuantas veces, siendo pequeña ese libro se salvaba, milagrosamente, una y otra vez de los arrebatos de limpieza de mi madre, sobre todo porque por aquel entonces no teníamos un huerto en el que poner en práctica todo lo que encerraban sus páginas.
Lo cogí y acurrucada en el sofá comencé a repasarlo…, hablaba de combatir plagas, de las malas hierbas, de cómo cultivar fresas y de cómo fijarnos en la luna para sembrar con éxito…y para mi sorpresa también hablaba de flores.
Cuando lo cerré pensé en todas las cosas que permanecen a nuestro lado a lo largo de la vida esperando su oportunidad... y en aquellas que aparecen antes de que entendamos cual es su cometido.
Al final tuvimos un huerto…


(A mi padre).